Trascender: a propósito del Halo de Juana Molina

No recuerdo la primera vez que escuché algo de Juana Molina. Es una de esas experiencias que, una vez vividas, se transforman en algo eterno, en algo que se confunde con la tela de la vida transcurrida. Sí recuerdo la primera vez que la vi en vivo, hace unos años. Pero ese recuerdo tiene algo de sabor a “primer recuerdo”, esas cosas de la infancia que recordamos de una manera extraña, como si estuviésemos mirando debajo del agua con los ojos abiertos. Un recuerdo en el que se destacan más las emociones -una cierta extrañeza, sonidos que vibran en el pecho,  nostalgia, ansiedad- que los hechos en sí. No recuerdo qué canciones tocó Juana, qué guitarras usó, si le hizo algún chiste al público o se quejó del sonido. Pero sí recuerdo que la experiencia me cambió, de una forma aunque sea mínima, y que me llevé esas emociones, o mejor dicho, menjunje de emociones, para resolver a mi casa.

Ahora estoy escuchando Halo, el nuevo disco de estudio de Juana Molina. Y me doy cuenta de que es un disco del que vamos a estar hablando mucho, pero no lo suficiente. Es una obra que, espero, será significativa para personas más jóvenes que tengan menos experiencia y desazones. Para nosotros, que tenemos los oídos gastados de tanto escuchar música, se siente como algo familiar pero renovador. Como el final de un camino, el desenlace anunciado de un talento que Juana viene incubando desde hace tiempo. Ese talento siempre fue notorio -los más grandes la recordarán de su época de actriz, pero sin duda la narrativa y las atmósferas que construye se sienten como llegar a un lugar que habíamos visto solamente en sueños.

En “Sin Dones”, el segundo tema de Halo, Juana habla de la aparición de una claridad inesperada, quizás eso explique el disco. Es un álbum que, tras la escucha, puede llegar a dar una cierta claridad, no solamente sobre el disco en sí -no podemos escapar de la necesidad intelectual de sobreanalizar las cosas, inclusive algo tan etéreo como es la música- sino nuestras propias decisiones. Halo es un disco tallado sobre emociones, sobre capas sonoras que juegan entre ellas y generan una cierta corporalidad que para cada uno será una cosa diferente, un ping pong de sugerencias y subjetividades del que salimos satisfechos pero agotados.

Estoy parada en la parte de atrás del público el 24 de mayo, cuando Juana está haciendo su segunda fecha en Niceto Club. Me encuentro con gente pero no nos prestamos mucha atención. Pienso en una cierta religiosidad que puede tener un show de Juana. No suceden tantos, no es que podés verla todos los fines de semana. Sé que muchas personas la están viendo por primera vez, qué afortunadas. Estoy tratando de entender cuál será el concepto de esta noche, porque todo tiene que tener un concepto. Y por más que sea algo trillado, casi como una epifanía me doy cuenta de que esta noche es una noche de trascendencia.

Trascender, busco en Internet para dar una definición más concreta, es pasar un cierto límite. Estar en un lugar para luego estar en otro. Todos los que estamos mirando a Juana este 24 de mayo, en un Niceto atestado, estamos de cierta forma viviendo una experiencia de trascendencia. La música que nos rodea, que nos abraza con sus sonidos gracioso, sus pausas dramáticas, y la siempre presente voz de Juana que arrulla en sus revelaciones, va generando una atmósfera en la cual no podemos evitar tener este tipo de epifanías. Quizás estoy sobredimensionando las cosas, pero como la primera vez que fui a verla, que lo viví con todo el cuerpo y no con los oídos, me voy sintiéndome diferente. Trascendí. Ya no estoy en el mismo lugar.

juana molina

Por fuera de lo sonoro, la música está fundada sobre emociones. Leo en algún lugar que las emociones no pueden escapar a una relación de feedback con el cuerpo. Las emociones influyen las decisiones que tomamos con el cuerpo y hacen que nos atestemos la heladera de vino en una semana particularmente mala, pero el cuerpo, nuestra esfera de percepción, también hace que vivamos determinadas emociones. Quizás un poco esto también pase con la música: es algo que solamente podemos vivir con los sentidos pero que debemos procesar de una manera intelectual. Halo es un disco en donde conviven varias emociones que van más allá de lo expresado por Juana en sus letras: por ejemplo, el paso de “In The Lassa” a “Cosoco”, dos canciones en las que se trabaja fuertemente la melodía, parece la construcción de un puente entre un mundo más tranquilo y una tierra asolada por la ansiedad. Las guitarritas de “Cosoco” le aportan un espíritu picarón, hasta divertido, para un mensaje que no puede dejar de ser un poco desesperanzador: “aunque nunca mentí / hay cosas que no quise decir / y una equivocación / es una humillación / y una confusión / podría ser el fin de nosotros dos”.

Me doy cuenta ahora, con el paso de semanas después de la presentación del disco -un disco que se sostiene escucha tras escucha, y que sin duda estará en la lista de fin de año que nos encanta recopilar para poder tener un poco de orden en el mundo- que Juana nos permite entrar en esta especie de trance gracias a un espectáculo, a un rol de showwoman que fue construyendo a lo largo de años. Por ejemplo, durante las primeras canciones del show, como “Cosoco” o “Paraguaya”, la iluminación juega con rojos y azules creando un ambiente cálido pero hostil. El principio del show está marcado por Juana, escueta de palabras. Sabe que sus canciones se pueden sentir de diferentes maneras.

juana molina

Primero se pueden sentir intelectualmente. Sabemos que son canciones buenas, interesantes, bien construidas. Aquellos que sean más duchos en el ámbito de teoría musical podrán desentrañarlas de otra manera, de una manera más fría, sin pensarlo como algo emocionante. Físicamente, la sección rítmica de las canciones de Juana, particularmente en vivo, nos hace vibrar de determinada manera. Ciertas partes de las canciones se repiten como formando un mantra de movimientos. El público, visto desde atrás, es menos propenso a los exabruptos individuales; más bien, se va ondulando, procesando la experiencia. Quizás, en vivo, la trascendencia de Juana Molina y su público esté dictada por una experiencia corpórea, una conexión con lugares del cuerpo propio a través de la propuesta sonora de Juana. Sonidos que movilizan, por decirlo de forma más breve.

En vivo, Juana Molina no hace canciones. Genera atmósferas. Una lista de temas del 24 de mayo indicará que, en un nivel porcentual, tocó mayoría de canciones de Halo, con muy poco de WED 21 (como “Lo decidí yo” casi a la mitad del set, una canción muy celebrada y que a muchos se nos quedó atorada en la cabeza, como un recordatorio del cincel que usamos para tallar una vida de decisiones) y de Un día. En definitiva, un show para presentar un disco, de eso se trata. También se puede medir la duración del show, si tocó más o menos temas que el miércoles pasado. Estadísticamente son muchas las cosas que podemos decir. Pero, en definitiva, la trascendencia se vive en esta atmósfera que deja, y no en los números que desmenuzamos en el post mortem. El escenario es una mezcla de un ambiente urbano con un hogar. Nunca terminaremos de estar cómodos porque es en esa incomodidad donde encontraremos las revelaciones que propone Juana Molina.

juana molina

Haber estado presente ese 24 de mayo me permite entender ahora las canciones de una manera un tanto diferente. Las canciones de Halo adquieren una significación no diferente, pero más completa. Escuchando este disco atravieso una miríada de emociones diferentes. Para los que vivan la música como algo más contextual podrán entender a Halo como una obra en donde desembocan muchos de los caminos que Juana abrió con esfuerzos anteriores. Para los que viven la música como algo más sonoro podrán aceptar las diferencias en el avance de la obra. Y para los que buscamos la trascendencia a través de la música, Halo como disco es una postal del viaje que es Halo en vivo.

Fotos por Celeste Leone